Recuerdo que cuando conocí a mi esposa, una de las actividades que más disfrutábamos hacer era platicar, una costumbre que con el paso de los años se ha convertido en un voluntario pasatiempo que nos permite sentirnos cómodos ante la complicidad que esto representa.
El poder llegar del trabajo y desahogar mis emociones es una forma de alivio prolongado ante el estrés que puede resultar de un día ajetreado y muchas veces monótono. En lo personal, me gusta tomarme un momento para escuchar a mi esposa atentamente y hacerla sentir que puede contarme sus pensamientos e incluso preocupaciones. Esta dinámica nos ha ayudado a resolver en equipo algunos de los problemas que llegaran a surgir en el día a día.
Sin embargo, es verdad que no todo ha sido color de rosa. La confianza en nuestro matrimonio se ha ido construyendo poco a poco a base de mucho respeto y empatía.
De ante mano puedo decir que, como toda pareja, hemos tenido todos los problemas que te puedas imaginar, como los alocados celos, las discusiones frecuentes o la dificultad para alcanzar objetivos.
Lo primero que descubrimos al conocernos a través de incontables pláticas fue el no idealizarnos como personas, es decir, que cada uno tenia una esencia y personalidad que nos hace únicos y nos dimos cuenta que no podíamos cambiar nuestra forma de ser sólo por complacer al otro, y así con el paso de tiempo y varios acuerdos, decidimos aceptar que cada quien es como quiera ser, sin presiones, sin transformarse en quien no es.
Pienso que en una relación sin comunicación, inconscientemente empujamos a nuestra pareja a comportarse como nosotros queremos que se comporte, en lugar de quererla como realmente es. Y aunque este estira y afloja funciona muy bien los primeros meses, tarde o temprano salen a relucir los comportamientos y las ideologías que sin previo aviso comienzan a levantar las red flags que orillan precipitadamente al final de una relación.
Así, al dejar de idealizar a nuestras parejas, comenzamos a comunicar nuestros sentimientos y necesidades de manera más efectiva. De hecho, al comunicar a nuestra pareja lo que no nos gusta o aquello con lo que no estamos de acuerdo, estamos permitiendo que nuestras relaciones alcancen un nivel de entendimiento mayor, donde eventualmente se reforzara la confianza y la unión entre ambos.
Como lo mencioné antes, las discusiones frecuentes también han formado parte de esta aventura llamada relación. Para ser franco, discutir es una habilidad que se tiene que dominar de manera inteligente, un arte que va más allá de alzar la voz y tirar a matar con la frase más hiriente que encontremos. Para nosotros ha sido todo un reto que hemos decidido afrontar para vivir con calidad. En un principio, a pesar de que fue difícil, siempre encontramos la manera para que la comunicación asertiva predomine en nuestras dinámicas de resolución de problemas.
Lo más importante es pensar con la cabeza fría y encontrar el espacio adecuado para dialogar. La tranquilidad es fundamental para expresarnos libremente y resulta indispensable no perder la calma al tratar de comunicar nuestro mensaje a la persona que queremos. Recuerda que siempre hay maneras de decir las cosas y de nosotros depende cuidar la forma en la que las transmitimos. Comunicarnos asertivamente nos ayuda a generar empatía con nuestra pareja, ya que nos permite transmitir un mensaje de manera apropiada y tranquila, pero siendo concisos, claros y respetuosos al mismo tiempo.
En conclusión, comunicarnos con respeto y empatía facilita la resolución de problemas en una relación de pareja.De igual forma, nos ayuda a entender con claridad los pensamientos y necesidades de nuestros seres queridos y ayuda a mantener una relación duradera.
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